jueves, 30 de diciembre de 2010

Capítulo 9.- Pasado y Presente

Raquel sentía como si sus zapatos estuvieran llenos de clavos. Llevaba muchos días con ellos puestos y no había podido descansar tranquilamente desde su rapto. Tenía los pies cansados y le dolían las rodillas y la espalda. No estaba acostumbrada a andar durante tanto rato. No podía parar a descansar y el terreno por el que se veía obligada a caminar no ayudaba mucho. Tenía sed, estaba cansada, sucia y desesperada y aquella cosa que le seguía no permitiría que pudiera sentarse a descansar. Su ilusión era poder salir de aquel sitio lo antes posible. Le venían a la mente las imágenes de aquella pobre chica tirándose al pozo y como su Zombi caía detrás devorándola sin piedad. Y todos aquellos soldados disparando. Había sido horrible. Josué la sacó de allí pero la tuvo que dejar nuevamente para recuperar a su Zombi y ya no volvió a verlo. Estaba sola con aquella cosa. Hizo un esfuerzo por recordar los días en los que era feliz junto a su familia.

Había estado viendo las noticias desde primera hora de la mañana sentada en una silla al lado de la mesa de la cocina. Viendo todas aquellas imágenes de la epidemia que hacía que los muertos vivieran de nuevo. En una noticia, soldados de algún ejército disparaban contra una muchedumbre que trataba de entrar en una embajada de algún país. Aquellos soldados simplemente abatían a los vivos y a los pocos minutos, los muertos se levantaban con mucha más furia. Sin miedo en sus rostros. Sin vida en sus ojos.

Raquel no pudo mirar más la televisión. Se levantó y cogió su biblia. Volvió a sentarse en la mesa y cogiendo el teléfono llamó de nuevo al móvil de su marido y al de sus hijos. No conseguía contactar con ninguno de ellos. Estaba tremendamente asustada.

Se levantaba de vez en cuando observando el exterior de su casa. La calle estaba extrañamente tranquila. No había personas caminando ni coches circulando como cabría esperar en un día normal. Estaba todo vacio. Entrevió un movimiento en la casa de al lado. Miró a la ventana. Era Elsa, su vecina. Estaba mirando por la ventana como ella. Raquel la saludo. Elsa le devolvió el saludo y le sonrió. Raquel le devolvía la sonrisa cuando la cabeza de Elsa golpeó la ventana rompiendo los cristales y medio cuerpo quedó colgando. El marido de Elsa estaba detrás de ella con la camisa ensangrentada y en su cara los mismos ojos muertos de la gente de la televisión. El hombre tiró furiosamente de Elsa hacia dentro de la casa y Raquel solo pudo ver como resbalaba la sangre por los cristales rotos.

Raquel estaba aterrada por lo que había sucedido. Una parte de su mente luchaba por creer lo que acababa de suceder y la otra parte le decía que era solo su imaginación, que no era real. Se dio la vuelta y cogiendo la Biblia y el teléfono de la mesa salió corriendo hacía el sótano. Atravesó el pasillo hasta las escaleras. Justo al pasar por delante de la puerta que daba a la calle pudo ver como dos sombras golpeaban la puerta intentando entrar. Raquel estaba bajando las escaleras que la llevaban al sótano cuando oyó como rompían los cristales de la puerta de la cocina que daba acceso al jardín.

Llegó al final de las escaleras y se encerró en el sótano. Cerró la puerta con llave y una barra antirrobo que su marido había instalado.  Dejó las luces apagadas y se sentó inmóvil al fondo del sótano. Desde allí podía oír los pasos de lo que estaba dentro de su casa. Oía como entraban y salían. Oía como alguna de aquellas criaturas subía escaleras y las volvía a bajar mientras emitían chillidos de depredador. Nada se acercó hasta la puerta del sótano. Allí se quedó sentada, en la oscuridad, durante largo rato. Después de unas cuantas horas los ruidos cesaron y ella se quedó dormida con el teléfono y la Biblia fuertemente apretados contra su cuerpo.

Seguía caminando por un campo de hierba que le llegaba a las rodillas. Eso le dificultaba mucho el poder caminar e intentó desviarse un poco para poder encontrar un camino.

    - “Lamento no haberme comunicado antes contigo. Según las lecturas de tu GPS llevas un ritmo muy lento. A este ritmo no podrá llegar hasta la zona segura ni en dos semanas. ¿Te tengo que recordar que solo tiene tres días?
Deberías caminar hacia la derecha, hacía los pequeños montículos que hay delante de ti. Dirígete hacia allí pues solo podrás atravesar la zona en la que te encuentras por un puente. Si sigues recto acabarás delante de un rio que no podrá sortear su compañero y estaréis muertos. Camina y recuerda que no tienes tiempo que perder. Ni yo tampoco. Estaremos en contacto.”


    - Pero, oiga yo. Espere. Escuche, necesito….” - Raquel tenía el cuerpo temblando por aquel monólogo que había salido del aparato que llevaba en la oreja. No entendía muy bien qué es lo que le habían dicho. Tenía que girar hacia la derecha hasta unas montañas. Un rio. Se paró un momento mirando el horizonte hasta que oyó los pasos de su compañero que se aceleraban detrás de ella. Miró al Zombi y casi lo tenía encima. Raquel dio un pequeño salto y gano unos metros. Aquello le pasó factura a sus rodillas ya doloridas.

Mirando nuevamente hacía el horizonte, comenzó a entender lo que había pasado. Era la  persona que la tenía que sacar de allí con vida. Le había dicho que si continuaba caminando recto llegaría a un rio que no podría sortear el Zombi y entonces debía caminar hasta un puente donde podría pasar al otro lado. Raquel se alegró de oír a su guía pero no le gustó la manera en que la trataba. Raquel era una persona mayor, estaba cansada y enferma. El médico del campamento le había proporcionado pastillas antes de hacerle los análisis. La última se la había tomado hacía casi diez horas y pronto necesitaría tomar la siguiente. No podía dejar de tomarlas de manera brusca pues su organismo se resentiría. El corazón de Raquel estaba débil desde hacía unos cuantos años y sin la medicación necesaria le costaba mucho realizar cualquier esfuerzo. Siguió caminando mientras su cabeza volvía al pasado.

El sonido del teléfono la despertó. Raquel estaba desorientada por no haber luz. Buscó con la mano hasta dar con el teléfono y descolgó.

    - ¿Cariño, donde estabas? ¿Estás bien? – preguntó en voz baja Raquel.

    -  “…quédese en casa. No salga a buscar a sus hijos al colegio. Los profesores tienen formación necesaria para mantener a sus hijos seguros. Mantenga encendida la radio en la emisora local o la nacional. Tenga a mano linternas, pilas, botiquín y sus documentos más relevantes. Intente recoger el máximo de agua posible. No use los teléfonos a no ser que tenga usted una emergencia, las líneas  se necesitan para las emergencias. Esta es una grabación de seguridad desde el centro de Protección Civil. Se ha ocasionado una alarma de excepción por la epidemia. Le recomendamos que tome las siguientes medidas de seguridad. Si en su barrio o zona no hay altercados, por favor, quédese en casa. No salga a buscar a sus …” - Raquel colgó el teléfono y volvió a llamar a su marido e hijos intentando desesperadamente contactar con ellos. Esta vez las líneas estaban saturadas y pedían que volviera a llamar pasados unos minutos.

Se levantó y se acercó a la puerta para ver si percibía algún sonido dentro de la casa. No oía ningún ruido procedente de la casa aunque podía oír la alarma de algún coche cercano y algunos alborotos esporádicos en la calle. Raquel cogió una pequeña linterna que había al lado de la puerta. Pudo revisar el pequeño sótano, con sus estanterías con comida, agua y mantas. Encima de una mesita descansaba una caja con una radio de F.M. y un pequeño botiquín. Se avergonzó de ella misma por haberle dicho a su marido tantas veces que estaba loco por almacenar todo aquello allí abajo. Ella pensaba que eran tonterías de viejo y que así malgastaba el tiempo y dinero. Le dio las gracias en voz baja mientras encendía la radio y comenzó a llorar. Estaba sola, asustada y no sabía que iba a pasar.

Raquel llegó al rio que su guía le había dicho. Miró hacia su derecha y pudo ver a varios cientos de metros el puente por donde debía pasar con su Zombi. Se encaminó hacía allí con gran pesadez. Sentía las piernas hinchadas y se encontraba bastante mal. Un dolor punzante comenzaba a subirle desde la espalda hasta la base del cráneo y empezaba a faltarle el aire. Con gran esfuerzo se encaminó hacia el puente. Después de varios metros pudo distinguir como dos siluetas comenzaban a cruzar el puente. Parecía Josué y su Zombi. Caminaban aprisa por el puente. Raquel intentó llamarlo pero no tenía fuerzas suficientes como para hacerse oír  y desistió. Pensó que quizá pudiera verlo más adelante. Llegó al puente y comenzó a cruzarlo con cautela. Se giró para cerciorarse de que su Zombi continuaba con ella y para su pesar así era. Continuaba detrás de ella con una visible cojera de la pierna derecha. Por una vez Raquel se sintió afortunada porque por lo menos su Zombi no parecía estar en muy buena forma.

Llevaba varios días dentro del sótano. Oía la radio durante todo el día. Al principio la escuchaba para tener noticias del mundo exterior, después para tener compañía. Las noticias habían sido sustituidas por unos mensajes automáticos de información inútil sobre una alarma epidemiológica extrema y muy peligrosa.

Ese día había comenzado igual que los treinta y seis anteriores. Ella sola, sentada en la mesita, oyendo la radio. Un ruido la sacó de su letargo. Raquel sobresaltada apagó la radio y la luz. En el piso de arriba sonaban pasos. Parecían varias personas caminando juntas.  Oyó a una persona hablando por una radio, como las de la policía, pero no escuchó lo que decía. Raquel no entendía que estaba pasando y por miedo se quedó inmóvil. Comenzó a distinguir ruido de motores grandes, como de camiones pensó. De repente escucho unos disparos fuera de la casa. Más conversaciones de radio y los pasos salieron de la casa. Cerraron la puerta de la calle y de nuevo se hizo el silencio. Los sonidos de los motores y algunos disparos dispersos parecieron amortiguarse por la distancia. Raquel se quedó sentada con la espalda apoyada en la puerta sin saber qué hacer.

Llevaba aproximadamente un kilometro andado por un camino bastante limpio y de fácil transito. Gran parte del recorrido del camino estaba protegido por viejos árboles que ofrecían una sombra que aliviaba la fatiga de Raquel. Volvió a recuperar un poco los ánimos aunque el dolor de la cabeza y la falta de aire continuaban.

    - “Hey. No has recuperado el ritmo pero por lo menos has pasado el puente. Este camino por el que vas es el mejor para caminar por la noche. Darás un pequeño rodeo. Pasarás cerca de unos pantanos pero es mejor no acercarse a ellos, están llenos de trampas y antiguos jugadores convertidos. Tú nunca dejes este camino. Además dentro de pocas horas estarás completamente a oscuras.
A unos cuantos metros verás que hay un granero. No pienses en pararte a descansar en él o no llegarás nunca a la zona segura. Vas muy lenta.”


Raquel se desanimó mucho al escuchar que no podría parar a descansar. Ciertamente no había pensado aún que no podía tirarse al suelo y simplemente dormir hasta que se despertara. Tenía al Zombi detrás y no iba a dejar que eso pasara. Tampoco sabía cuál sería la solución. No podía subir arboles, ni correr, ni nada más para deshacerse del peligro de aquél ser. Simplemente caminar. Raquel estaba muy cansada, llevaba muchas horas caminando y se estaba haciendo de noche.

Habían pasado algunas horas cuando volvió a escuchar el ruido lejano de los motores pesados. Raquel, se levantó del suelo y encendió la luz. Pasó la vista por el sótano. Aquel cubículo había sido su hogar durante mucho tiempo. Revisó las provisiones que tenía. Aun quedaban muchas latas de comida que aun no había abierto y sobres con alguna clase de comestible que se tenía que mezclar con agua. De líquidos tenía muchos pues aun quedaba mucha agua en los depósitos que estaban enterrados en el jardín. Tenía muchas baterías eléctricas almacenando electricidad y los generadores se habían encendido muy pocas veces por lo que aun tenía mucho gasoil para tener luz. Aun tenía jabón y podía lavar ropa y ducharse. Tenía todo lo que necesitaba menos una cosa. Compañía. Alguien en el exterior comenzó a hablar a través de unos altavoces potentes.

    - Les habla el nuevo Ejército de la Confederación de Seguridad Estatal. La zona está limpia de enfermos y ya no hay peligro. Tenemos agua y comida abundantes. Puedes salir de sus casas y venir con nosotros. Se ha establecido una zona segura cerca de su población donde hay viviendas y comercios. Por favor, no tengan miedo, tanto las casas como las calles están limpias de enfermos. Pueden salir de sus casas. Estamos esperándoles.

Raquel había escuchado todo el mensaje y el corazón se le iba a escapar del pecho. Se quedó petrificada hasta que de un salto empezó a recoger dentro de una bolsa de deporte todas sus cosas más importantes. Un poco de ropa, sus papeles, algo de dinero, sus joyas y sobre todo sus medicamentos. Se cambió el vestido, se lavó rápidamente y se peino lo que pudo. Se paró delante de la puerta y se giró para despedirse de su sótano. Una oleada de nostalgia la invadía pero no podía perder tiempo, no sabía cuánto rato estarían esperando supervivientes. Abrió la puerta del sótano y subió las escaleras. La luz le cegaba los ojos y se paró delante de la puerta de entrada hasta que se hubo acostumbrado un poco. Corrió parte de la cortinilla que cubría una ventana en la puerta de salida a la calle y vio a muchos soldados en la calle con sus armas y unos camiones para llevar gente. Había varios vehículos militares más y una ambulancia. Raquel abrió la puerta de su casa y salió al porche.

Ya había oscurecido cuando Raquel pasó cerca del granero que su guía le había comentado. Sintió las ganas de tirar el GPS y el auricular y salir corriendo hasta dentro del granero y descansar unos cuantos días. Seguramente estaría más cómoda que caminando sin parar por aquel camino, pero se contuvo y siguió andando. Raquel comenzaba a pensar que tendría pocas posibilidades de salir viva de ese juego infernal sin ayuda. Cada vez que ponía un pie en el suelo se le resentía el resto del cuerpo. Al dolor de cuello y la falta de aire ahora se le había añadido un dolor punzante en el pecho.

Resignada siguió caminando torpemente. Al poco rato comenzó a escuchar unos alaridos que provenían de una zona que estaba por debajo del camino por donde andaban. Raquel dedujo que serían los pantanos por los comentarios de su guía. Se acercó al margen izquierdo del camino intentando alejarse lo máximo posible. Raquel vio con espanto como su Zombi parecía interesado por los sonidos que provenían del pantano y comenzó a caminar hasta el borde exterior del camino que caía en la zona pantanosa. Raquel llamaba al Zombi desde la otra parte del camino. Por un momento el Zombi se acercó peligrosamente al borde pero pareció preferir a Raquel. Siguió detrás de ella durante unos momentos ya que un nuevo alarido volvió a distraerlo hacia el pantano. Así estuvieron casi una hora de camino. Raquel desesperada lloraba y suplicaba al Zombi que no se saliera del camino o morirían. No se daba cuenta de lo irónico que resultaba amenazar a un Zombi con la muerte.

Raquel les gritó a los soldados más cercanos desde el porche - ¡Aquí. Gracias a Dios. Aquí. Aquí! - unos soldados se acercaron a ella con una sonrisa en la cara y con gestos cordiales.

    – ¡Por aquí Señora! ¡Venga por aquí!- condujeron a Raquel hasta uno de los vehículos donde había un doctor esperándola. Uno de los jóvenes soldados le cogió la bolsa que llevaba y le dijo que se la dejaría en el camión para cuando subiera. El doctor comenzó a examinar a Raquel y a preguntarle cuanto llevaba en casa, si estaba sola, si sabía de más supervivientes, que había comido, si aun tenia suministros. Raquel contestó todas las preguntas y el médico le sacó sangre para hacerle un análisis. Raquel estaba muy contenta por haber encontrado a aquellos soldados.

Uno de los soldados la acompañó hasta uno de los camiones que abría la expedición. Raquel pudo ver como unos soldados sacaban los suministros que ella tenía en el sótano. No le hizo mucha gracia pero pensó que los necesitarían en la zona segura a la que iba a ser llevada.

Le llamó la atención unos gritos en una casa más adelante. Era Peter, uno de sus vecinos. Era veterano de guerra y parece ser que eso le había ayudado a sobrevivir. Peter vivía solo. Estaba discutiendo acaloradamente con dos soldados que intentaban agarrarlo del brazo para sacarlo de la casa  pero no lo conseguían.  Uno de los soldado hablaba por radio y al momento se acercó un vehiculo hasta donde estaban discutiendo y se bajaron dos militares, uno de ellos era de color. Estuvieron hablando más tranquilos durante unos minutos. Peter se dio media vuelta y se dirigió hasta la puerta de su casa. El militar de color se le acercó por detrás y le disparó dos veces con su revólver.

Los soldados se subieron al coche militar y fueron hasta donde estaban los camiones. Los vehículos pararon cerca de Raquel y los soldados bajaron.

    - ¿Están ya todos los supervivientes en los camiones? – preguntó el militar de color al soldado que llevaba a Raquel.
    - Sólo tenemos a esta superviviente Señor. Ya hemos limpiado su casa. Hemos tenido suerte, tenía mucho gasoil – contestó el soldado.
    - Está bien. Subirla al camión. Vamos al siguiente pueblo y después a la base. Dentro de pocos días comenzará todo y aun necesitamos más jugadores.

Raquel recordaba los momentos de su rapto e intentaba no juzgarse por abandonar la seguridad de su sótano, con alimentos y agua suficientes para mucho tiempo, por lo que ahora se le antojaba una necesidad estúpida de compañía. Ahora tenía compañía siempre pero era un muerto. Desde luego no había mejorado su situación.

    - “Muy bien. Ya casi estás fuera de la zona de pantanos. Veo que cada vez vas más lenta andando. Entiendo que estés cansada pero tienes que ir más rápido o no saldrás de ahí con vida. ¿Entiendes lo que te digo? ¡Tienes que ir más rápido! 
A una hora de donde te encuentras pasarás por al lado de una fuente de agua natural. Te recomiendo que recojas toda la que puedas antes de que su compañero te alcance. Cuando hayas pasado la fuente se acabará el camino y tendrás que caminar por el bosque hasta un nuevo desvio, que te llevará más cerca de la zona segura. Estaremos en contacto.”


A Raquel le hubiera gustado tener cara a cara a aquel guía. Seguramente no hubiera podido resistir darle un buen par de bofetadas. Raquel dibujó una sonrisa en su cara al tener este pensamiento hasta que un nuevo pinchazo en el pecho se la borró. Empezó a sudar copiosamente y a sentir frio. El dolor de la cabeza se acentuaba y la martirizaba cada vez más, apenas podía pensar. El brazo le dolía cada vez con mayor intensidad. El dolor en el pecho y la falta de aire la iban debilitando.

Raquel oyó unos ruidos en la zona del bosque que tenía a su lado e intentó mirar. Parecía como si alguien se le acercara rápidamente. Raquel se asustó mucho más y el corazón le latía con rapidez. Las piernas se negaban a responder y el sudor le bañaba todo el cuerpo. No podía ver nada, la vista la tenía llena de puntos blancos que no la dejaban apreciar las cosas con claridad. Lo que fuera que estuviera en el bosque se le acercaba cada vez más. Raquel intentó localizar a su compañero Zombi pero al darse la vuelta perdió el equilibrio y cayó de espaldas. Pudo distinguir a su Zombi acercarse hasta ella cuando una sombra que se movía muy rápidamente se abalanzó sobre él y lo hizo desaparecer de su vista. Giró la cabeza hacia su izquierda y vio al soldado Osorio como golpeaba fuertemente la cabeza del Zombi contra el suelo hasta matarlo.

    - ¡Por favor, no lo mates! – le gritó Raquel antes de desmayarse.

Capítulo 8.- Contactado

Oso estaba acostumbrado a caminar por la montaña. Cuando era niño su padre lo llevaba al bosque y le enseñaba a sobrevivir en un entorno natural, fabricar pequeñas trampas para cazar roedores y poderse alimentar, encontrar agua casi en cualquier sitio y el uso de plantas medicinales.

Oso nació en Colombia y su padre era un alto mando militar. La época en la que habían vivido más tiempo cerca de las montañas había sido por las incursiones que hacia el ejército buscando paramilitares o destruyendo las plantaciones de drogas que estos usaban para financiarse.

A Oso le encantaba las excursiones a las que le llevaba su padre. Las recordaba con muchísimo cariño y esta vez sentía una gran añoranza. Su padre había muerto en un asalto de los paramilitares a una base militar durante la noche. Mientras caminaba por la montaña se acordaba de todos esos momentos.

    - ¡Vamos, camina! Parece que estés muerto. – bromeaba Oso con su Zombi mientras este le seguía a una decena de metros. A Oso no le daba miedo el Zombi, pero quería tener espacio suficiente entre ellos para poder hacer paradas y analizar las huellas del terreno, poder recoger algún fruto silvestre o agua, sin tener al Zombi mordiéndole las orejas.

Cuando murió su padre, la familia Osorio fue muy bien tratada por el Ejército Colombiano ya que estaban orgullosos por el papel desempeñado por su padre. Fueron tiempos difíciles para la viuda y los cuatro hermanos de Oso. Él era el mayor y tuvo que cargar con buena parte de las responsabilidades del padre durante años. Oso seguía viviendo el mundo militar pero no siguió los pasos de su padre. No se alistó para trabajar en el ejército. Estudió electrónica y trabajaba en una empresa de circuitería para televisiones. A Oso le iban bien las cosas hasta que la fábrica en la que trabajaba cerró de la noche a la mañana. Uno de los socios había desvalijado las cuentas de la empresa y se había fugado con la esposa de otro socio.

    - Cosas de la vida - se decía Oso mientras compraba un billete de avión para España.

En España vivió tranquilamente hasta el colapso de la sociedad. Hasta la Gran Plaga. Los primeros días de la crisis estuvo en casa, pero se le estaban acabando las reservas y sabía que allí solo le esperaba la muerte, así que recogió lo más imprescindible de casa y salió a la calle. Estuvo vagando durante varios días sufriendo muchos encontronazos con criaturas Zombis hasta llegar al Recinto Mandela. Ensangrentado, hambriento y exhausto llegó hasta la puerta del recinto y allí le acogieron. Cuando se hubo recuperado le asignaron a infantería en el mismo Recinto Mandela.

 Oso analizó al Zombi. Era corpulento, gordo y alto. Era realmente un tipo grande. Oso estimó que debería pesar unos ciento cuarenta quilos. Demasiados quilos para que se abalanzaran encima de ti mientras dormías y te arrancar el cuello de un mordisco. Oso buscó en el bosque una rama o un palo lo suficientemente contundente como para poder golpear a aquella mole en un momento de emergencia y que le hiciera retroceder por lo menos un par de pasos.

El sol estaba cayendo y pronto sería de noche. Oso quería descansar. Sabía demasiado bien que si no dormía la realidad empezaría a mezclarse con las alucinaciones, sus reflejos decaerían y nunca saldría de allí con vida.

Estudió sus posibilidades. Se sacó el cinturón del pantalón y pensó en que si podía atar al Zombi con el cinturón por el cuello a un árbol podría inmovilizarlo lo suficiente como para que le dejara descansar unas cuantas horas. Oso buscó un sitio un tanto discreto dentro del  bosque en el que no se tropezaran con ellos los demás jugadores o algún soldado del asentamiento anterior. Oso sabía bien que no podía permitirse el lujo de confiar en algo o en alguien, pues eso podría suponer su muerte.

Encontró una zona ideal para descansar, arboles altos y anchos, arbustos frondosos y buena visibilidad del perímetro. Ahora solo quedaba atar al Zombi al árbol. Cosa que no iba a resultarle fácil.

Oso se apoyo en un árbol con la espalda mientras esperaba que su Zombi llegara hasta él. Con cada paso que se acercaba el Zombi parecía más excitado. Oso pensó en que quizá los Z no eran tan animales como ellos pensaban, quizá entendían cosas aunque fueran muy básicas.

    - Oye, ¿tú me entiendes?- le dijo al Zombi mientras este se acercaba más. Cuando estaba a tres metros de Oso, el Zombi levantó sus brazos y Oso pudo ver las uñas de aquel ser. Estaban destrozadas y ensangrentadas. El estómago de Oso le dio un vuelco.

Oso levantó el palo y golpeó fuertemente al Zombi en la parte izquierda de la cabeza. Este se tambaleó de costado mientras Oso le asestaba un segundo y un tercer golpe en la cabeza. El Zombi cayó al suelo y se quedó inmóvil. Oso con mucha cautela golpeo en la barriga al Zombi para ver si se movía. Cuando se hubo asegurado de que no había señal de movimiento lo arrastró hasta el árbol más cercano y allí lo ató con el cinturón por el cuello.

Una vez estaba bien atado y Oso estaba ajustando el cierre de la hebilla, el Zombi abrió los ojos y de un rápido mordisco agarró la guerrera de Oso. Forcejeó con él hasta que la prenda cedió y el Zombi se quedó con un trozo de tela en la boca. Asustado, se miró la piel en busca de alguna herida pero no encontró ningún rasguño, solamente un agujero en su chaqueta. Se levantó del suelo y se quedó mirando al Zombi que aun llevaba el trozo de tela y le miraba desde el suelo intentando levantarse sin éxito.

    - La próxima vez no tendrás tanta suerte amigo mío. – y diciendo estas palabras le asestó al Zombi un golpe tremendo en la boca, volvió a golpear una y otra vez hasta que al Zombi no le quedó ningún diente en la boca.

    - Ahora nos llevaremos mejor tú y yo.

Oso se sentó delante del Zombi, el cual tenía la boca destrozada, la mandíbula se le había partido y le colgaba hacia la derecha, dentro de la boca había una maraña de huesos, carne, tela y sangre seca que revolvió el estomago a Oso. Por un momento pensó en que esa cosa había sido alguna vez una persona. Quizá con familia.

De repente, el auricular de Oso hizo el primer sonido desde que se lo dieron sacándolo de sus pensamientos. Se quedó inmóvil esperando algún sonido más. A los pocos segundos escucho.

    - Soldado Osorio. Soy el General Francisco Hernández de la Unidad de Mando y Control de la Fuerza de Infantería de Marina. Yo soy su guía, K73H. Escuche atentamente lo que le tengo que decir, por favor.

Capítulo 7.- Sin rumbo

Jordi era un joven fornido, deportista y especialmente ágil. Desde niño había disfrutado alegremente de esas virtudes. Más adelante, durante los años que estuvo en la Universidad, había destacado en la faceta deportiva y también en la académica.

No le había supuesto demasiado desgaste físico los extenuantes días que habían pasado desde que se levantó el día del secuestro. Pero había momentos en los que la cabeza le daba vueltas.

Llevaba aquella cosa pegada a él. No es que tuviera especial aprecio a los Zombis, no después de ver como habían arrasado con todo aquello que él había amado. Su familia, sus amigos, su novia y su ciudad. Había tenido que dejar atrás muchas cosas, incluso partes de él mismo. Había madurado a golpes.

Durante el Gran Brote o Gran Pánico Jordi había descubierto partes de su personalidad que no conocía. Había descubierto que mentalmente aguantaba situaciones muy estresantes y duras y que podía llegar a ser muy cruel y muy letal.

Desde que lo separaron de su equipo en el campamento de los paramilitares y le colocaron aquel rastreador, su mente había vuelto al estado de Supervivencia, donde residían las facetas recién adquiridas.

    - Tú eres una amenaza ahí detrás y yo no puedo ir vigilándote todo el día, así que vamos a tener que ponerle solución a ese problema, ¿verdad?- el Zombi seguía a Jordi con la cabeza ligeramente ladeada hacia la derecha mientras estiraba los brazos en un intento de agarrarle.

Jordi llevaba varias horas andando por la montaña y necesitaba encontrar algo de comer, agua para beber y sobre todo descansar. Quería tener la cabeza serena y lúcida para el día siguiente. El día que tendría que ganar todo el terreno que pudiera antes de que los demás llegaran. No tenía miedo de que los demás no descansaran y siguieran andando. Sabía que los soldados descansarían y que los civiles que no lo hicieran, sucumbirían al finalizar el segundo día. Cometerían un error y su compañero de viaje se los comería.

Jordi encontró el lecho de un pequeño rio. Se acercó para comprobar si podría encontrar algo de agua pero no tuvo suerte. Había barro fresco pero le pareció poco salubre el sitio como para escavar en busca de agua. No quería caer enfermo del estómago por beber agua contaminada. No se quiso arriesgar.

El Zombi le siguió al lecho del rio y cayó de bruces desde lo alto hasta el fondo. Cayendo como un saco de arena mojada, se estampó contra el barro provocando un sonoro golpe. Jordi que no se esperaba tan estúpida caída se estuvo riendo del Zombi caído. Al poco rato, el Zombi se levantó y continuó detrás del joven.

Jordi subió por el lateral del rio hasta el bosque pero el Zombi no conseguía escalar la tierra y caía torpemente una y otra vez al lecho del rio. Jordi se quedó pensando las opciones que tenía. O seguía el lecho del rio hasta que el Zombi pudiera subir o intentaba sacarlo él de ese agujero. Decidió seguir caminando rio abajo hasta que su guía contactara con él.

    - ¿Dónde estarás? ¿No se supone que deberías guiarme y sacarme de este sitio?

Jordi estuvo caminando durante un buen rato hasta que encontró un lugar por donde el Zombi pudo salir del lecho del rio y continuar detrás de él. Habían pasado aproximadamente tres horas desde que el Zombi había quedado encerrado en el lecho. Habían perdido mucho tiempo y ahora empezaría a oscurecer rápidamente.

Unos metros camino arriba encontró un sitio donde poderse refugiar. Quería subir a lo alto de un frondoso árbol. Dormiría encima, alejado del Zombi.

Aun estando a buen recaudo tenía que controlar al Zombi el resto del tiempo para que no se fuera a caer de nuevo al rio y desapareciera. Sin él no servía de nada llegar al final de aquella historia.

    - Es hora de descansar amigo - Jordi se alejó del Zombi corriendo, dio una vuelta alrededor de él y lo envistió fuertemente desde atrás haciendo que el Zombi cayera de cara al suelo. Una vez estuvo encima del Zombi le atravesó la mano derecha con un palo y se la clavó al suelo. En la otra mano hizo lo mismo. Le atravesó las palmas de las manos con palos y lo crucificó boca abajo en el suelo. El Zombi, ajeno al dolor, intentaba levantarse del suelo sin éxito.

    - Mejor será que te quedes ahí. Te necesito vivo pero no entero.

Jordi se alejó unos pocos metros del Zombi y se encaramó a una rama gruesa del árbol que había seleccionado para descansar. Desde ahí podía ver al Zombi como seguía intentando incorporarse sin éxito.

Se dispuso a descansar cuando sintió de nuevo el auricular en su oído.

    - Menuda guía que me estás dando. Tendré que salir de aquí por mi cuenta – decía Jordi en voz alta mientras observaba el auricular que tenía en su mano.

Miró de nuevo al Zombi que ya no se movía y se acomodándose nuevamente en el troco se durmió.

Se despertó varias veces en el transcurso de la noche. La rama de un árbol no era el mejor sitio para descansar pero por lo menos se sentía seguro. Volvían a su mente imágenes de la muerte de sus seres queridos, como había tenido que luchar con algunos de ellos por su vida, como había actuado el ejército con todo lo que se movía en la calle, las miradas suplicantes de las personas atrapadas en los coches mientras los Zombis los rodeaban y entraban a por ellos.

Una vez hubo amanecido y había la suficiente luz para tener buena visibilidad del terreno, echó una ojeada a su entorno para asegurarse que podía bajar sin problemas del árbol y descendió. Se dirigió hasta el Zombi que estaba intentando levantarse de nuevo desde hacía algunas horas.

     - ¿Has dormido bien? ¿O estaba el suelo muy duro? Le dijo mientras liberaba las manos del zombi con una patada. – Vamos, ya podemos seguir. Hoy será un buen día para luchar por nuestra vida.

Siguieron caminando campo a través durante unos quilómetros. La única instrucción que tenía era la de alejarse del punto de inicio del juego y llegar a alguna zona desconocida en un bosque inmenso y su guía no se había puesto en contacto con él aun. No tenía rumbo que seguir. Tendría que encontrar a algún jugador y seguirlo en la distancia para poder orientarse.

Encontró un sendero que serpenteaba por el bosque. Jordi miraba de vez en cuando para atrás para asegurarse de que su compañero le seguía. Vio como de las manos le colgaban aun los palos con tierra húmeda en ellos.

Siguieron varios quilómetros sin tener noticias de nada ni de nadie. Ni concursantes, ni guía.

Al pasar varias horas llegaron al final del camino. Este acababa en el lecho de un pequeño lago con agua bastante limpia y algunos juncos. Pasados los juncos había una barca en la que dentro parecía que había unas mochilas de tela gris. Quizá fuera una expedición fracasada que abandonó apresuradamente su equipo en la barca y allí podría encontrar algo con lo que orientarse. Un mapa, una brújula. Le pareció que sería buena idea ver que había dentro de las mochilas.

Sin mediar palabra, se adentró en el lago hasta las rodillas. El suelo era firme y podía caminar tranquilamente hasta los juncos y llegar a la barca. Quizá tuviera que nadar un poco pero eso no era problema para él. El Zombi era otra cuestión. Estaba llegando al final del camino y ya había localizado a Jordi y se disponía a adentrarse con él. Jordi pensó que si llegaba a la barca antes de que el Zombi se sumergiera totalmente en el agua, tendría la posibilidad de no perderlo de vista. Si el Zombi se adentraba en el agua y se sumergía completamente sería muy peligroso sacarlo de allí. Sobre todo si el Zombi lo encontraba a él antes.

Jordi se puso a caminar hacia la barca, el agua subía de nivel poco a poco hasta llegarle a la altura del pecho. Aun podía andar por el lecho del pantano, más despacio de lo normal pero por lo menos seguía haciendo pie en el suelo. Se iba acercando.

Llegó a la altura de los juncos y comenzó a atravesarlos todavía con los pies en el suelo cuando sintió un pequeño golpe en el muslo izquierdo. Se sobresaltó pero no supo distinguir que había sido lo que le había golpeado. Con mucho más cuidado se distanció unos metros de ese sitio y continúo caminando.

El Zombi le seguía a bastante distancia. Le costaba más caminar por aquel medio pero tenían suerte de que no se cayera de bruces al agua y desapareciera allí, entonces Jordi tendría problemas para sacarlo sin ser atacado.

Seguía andando por el pantano hasta un punto en el que sintió como le cogían fuertemente por la parte baja del estómago y tiraban ferozmente de él hacía el interior del pantano. Jordi cayó hacia delante pues no se esperaba que algo o alguien le pillaran por sorpresa. Se sumergió en el agua y en ese momento le pareció más fría que antes. Hasta el momento no había sentido nada a su alrededor pero ahora sentía como cada poro de su piel le chillaba a su cerebro y lo llenaban de ruido.

Sintió un golpe en los muslos. Había golpeado contra una pared o una piedra lisa. Las manos que lo atenazaban fuertemente seguían tirando de él. Jordi puso las manos para protegerse la cara cuando sintió contacto con algo.

Ese algo le mordió fuertemente en una de las manos arrancándole dos dedos. Jordi sintió un terrible dolor y eso le hizo clavar los pies en el suelo y levantarse hasta salir al aire libre de nuevo. Cuando sacó la cabez,a vio lo que le había atacado. Era un Zombi apresado de cintura para abajo en un bloque de cemento y hundido en el agua. Había varios a su vista formando una barrera submarina. Habían creado trampas acuáticas con Zombis presos y sumergidos.

Jordi se miró horrorizado la mano que le sangraba copiosamente. Intentó alejarse de ese lugar pero el Zombi que le acompañaba se abalanzó sobre él por su espalda, haciéndole caer de nuevo encima del Zombi trampa. Este lo asió de nuevo y volvió a morderle. Esta vez le alcanzó en el pecho. El Zombi que tenía a su espalda le mordió en el hombro mientras Jordi se intentaba liberar del primer opresor. El agua se teñía rápidamente de rojo y Jordi era incapaz de ver nada. Solo sentía la presión que ejercían los dos cuerpos que lo tenían prisionero. Su cuerpo se tensaba por la adrenalina y una presión en el pecho se iba haciendo cada vez más fuerte debido a la falta de oxigeno. Un último mordisco en el cuello liberó a Jordi de todos sus miedos.

En pocos minutos engrosaría la lista de enemigos en el campo de batalla. Era un muerto viviente más.

Capítulo 6.- Luces y sombras

El General Francisco Hernández entró rápidamente en la Sala de Operaciones de la Unidad de Mando y Control de la Fuerza de Infantería de Marina. Esta Unidad estaba situada en el Cuartel General de la Confederación de Seguridad Estatal a doscientos kilómetros del Recinto Mandela.

    - Buenos días Caballeros. Descansen. ¿Cuál es la situación? – dijo mientras se sentaba en su sillón donde le esperaban varios portafolios y una taza de café humeante.

    - Buenos días Señor.  Hemos rastreado las señales de los satélites usados durante las negociaciones de los paramilitares con sus clientes y decodificado las situaciones de los GPS de los secuestrados. Actualmente tenemos la posición exacta del campamento base de los paramilitares y la posición de al menos doce emisores GPS.  Creemos que tres de estos GPS corresponderían a los soldados desaparecidos en el incidente del operativo de Mandela Señor.

    - ¿Cómo hemos podido obtener esos datos? ¿Son fiables? dijo el General mirando a una persona que estaba sentada fuera del circulo de oficiales pero que participaba en la reunión.

El joven se incorporó en su asiento y pudieron verle la cara. Era el responsable de los Servicios de Inteligencia Militar.

    - Señor. Llevamos tiempo trabajando conjuntamente con otros cuerpos de inteligencia de Europa para poder acceder a la red de satélites HackSat. – le respondió el joven desde su asiento.

    - Es la primera vez que oigo hablar de esa red de satélites, ¿de quién es? – dijo el General mientras jugueteaba con un sujeta papeles.

    - HackSat es una red de comunicaciones cifradas de alta seguridad que está gestionada por un grupo de hackers informáticos de varias nacionalidades y que ofrecen sus servicios al mejor postor. Los satélites formaban parte de las antiguas redes de satélites geoestacionarios usados para la predicción del clima. Durante el Gran Pánico los países desviaron sus sistemas de seguridad y sus recursos económicos a otras funciones más vitales y bajo esas circunstancias creemos que estos hackers pudieron hacerse con el control de al menos cuatro satélites que les darían cobertura sobre prácticamente todo el globo.

     - Si hay tres de nuestros chicos ahí ¿quien lleva el resto de GPS?- preguntó el General al grupo.

Esta vez habló un oficial situado a su derecha.

    - Señor tenemos un infiltrado dentro del campamento. Forma parte del servicio médico. Según sus informes han estado recogiendo civiles y últimamente soldados para una especie de carrera de supervivencia. No tiene todos los detalles porque no puede acceder a más zonas pero le obligan a realizar análisis de sangre a cada uno de ellos para una gente denominada “guías” o “jugadores”. Cuando los análisis no son favorables los falsifican para que el comprador no se retire. Parece ser que se pagan grandes cantidades de dinero para ser un jugador guía y más si el jugador sobre el terreno tiene entrenamiento militar o de supervivencia.

Un soldado entró en la sala con una carpeta y se acercó a uno de los oficiales que estaban  sentados junto al  General. Este escuchó las palabras que le decía el soldado al oído mientras cogía la carpeta. La abrió y leyó los documentos que había en el interior, la cerró y se dirigió al General.

    - General. Hemos encontrado al soldado que informó a los paramilitares de la posición del operativo de Mandela que recibió el ataque.

    - ¿Quién es? – dijo el General mientras dejaba la taza de café en la mesa.

    - El Teniente de su unidad. El Teniente Méndez de Recinto Mandela. Estaba de servicio durante el operativo desplegado en el Área de Servicio.

    - ¿Lo están interrogando? - preguntó el General.

    - No Señor. Se suicidó pegándose un tiro en la cabeza. Dejó una nota explicando los motivos y una bolsa con varias piezas de cristal. Parece ser que vendió a la unidad por diamantes que quería usar en el mercado negro para llevarse a su familia a uno de los Puntos Seguros de África. – Informó el oficial.

    - Le prometieron diamantes y le dieron cristal. Pobre diablo. – El General se levantó de su sillón y se acercó al tablero electrónico donde había un mapa de la zona con la situación de los GPS.

    - ¿Qué más sabemos sobre este grupo de paramilitares? – preguntó el General mientras paseaba por la sala.

    - Según los informes recibidos es un grupo grande. Formado por casi doscientos operativos, supuestamente soldados de antiguos ejércitos y reclutados por mercenarios. Este grupo tiene control de varias estaciones de abastecimiento de recursos naturales y logísticos. Han atacado algunas bases militares secundarias para hacerse con armamento, gasolina y transportes civiles y militares. Controlan agua, gas, petróleo, electricidad, alimentación y medicamentos.
Además de estos asaltos realizan actividades como la que hemos tratado anteriormente que les reportan grandes cantidades de dinero y demás recursos de valor en los mercados negros.
A este grupo se le atribuye el intento de asalto a un silo de armamento nuclear que se realizó recientemente mientras se llevaban a cabo tareas de mantenimiento.

    - Creo que siendo un grupo tan numeroso deben tener a alguien que financie parte de sus actividades. ¿Inteligencia tiene algún dato al respecto?- dijo el General mirando al joven del fondo de la sala.

    - Señor. Tenemos información referente a movimiento de dinero, diamantes y oro desde puntos de áfrica oriental a la cúpula de este grupo en nuestro país. Estos envíos de recursos provienen de nuevas jerarquías que pretenden controlar los recursos naturales disponibles y hacerse poco a poco con el control de todos los gobiernos del mundo. Se sabe que cada país ha estado luchando por evitar lo mismo dentro de sus fronteras, con mayor o menor éxito, pero este grupo de áfrica oriental financia grupos similares al que nos enfrentamos en varias partes del mundo. En algunos de estos países gobiernan sin oposición de ningún tipo. – dijo el joven.

    - Entiendo. Y ¿quiénes son las personas que pagan por jugar con la vida de otras personas? ¿No pueden disfrutar matando zombis en zonas infestadas y así nos hacen un favor a todos?- Dijo el General mientras hacía amplios gestos con los brazos.

    - No conocemos sus identidades Señor, pero por la cantidad de recursos que gastan de este modo tan superficial debe ser gente con muchos recursos de las Zonas Limpias que controlan la otra parte de los recursos del planeta. Rusos, Chinos y es posible que alguna fortuna Europea. Pero aun se está investigando las fuentes concretas y tenemos las herramientas para poder encontrarlos.

    - Perfecto. Manténgannos al día de las novedades. Muchas gracias por su tiempo Señores. Ahora, si nos disculpan. – Dijo el General a los oficiales.

Los oficiales salieron de la sala despidiéndose del General con un gesto marcial. Solo permaneció en la sala el responsable de Inteligencia.

    - Bien, veo que sus chicos han hecho algunos progresos General. - dijo el joven mientras esbozaba una ligera sonrisa en sus labios.

    - Sí. Si les diéramos unos cuantos días más estoy convencido de que llegarían a averiguarlo. ¿Está todo preparado para el siguiente paso? – preguntó el General mientras se dirigían hacia una sala insonorizada al lado del Centro de Operaciones donde habían estado reunidos.

    - Sí Señor. Está todo preparado y esperando sus órdenes. –contestó el joven mientras le daba al General una tarjeta de plástico con códigos.

    - Bien, adelante pues. Sigamos.- y diciendo esto, se sentó en una mesa en la que había un equipo de radio por satélite. Introdujo su código de seguridad de 12 dígitos y esperó el mensaje de bienvenida.

    - Bienvenido al sistema de comunicaciones HackSat. Introduzca su código secundario y espere el tono de aviso por favor. – le guió una operadora digital.

El General introdujo el código secundario que figuraba en la tarjeta y esperó.

Una vez escuchó el tono de aviso, se acercó el micrófono a la boca y apretó el botón para hablar.

Capítulo 5.- Un regalo inesperado

Josué caminaba por un campo abierto. Llevaba varias horas caminando y hacía tiempo que no bebía nada. Tenía los labios cortados por la falta de hidratación aunque seguía sudando copiosamente. Se secaba el sudor con un retal de lo que había sido la manga de su camisa e intentaba absorber el líquido nuevamente.

    - No puedo andar más.
    - Él sigue detrás de mí. Es incansable.
    - Necesito descansar pero no puedo.
    - ¡Dios mío, ayúdame!

El Zombi que acompañaba a Josué tuvo que llevar una vida saludable, de hecho, aun llevaba puesto un chándal, unas bambas de footing, incluso llevaba un reloj para controlar las pulsaciones que había vivido momentos mejores.

    - Bueno… Bien. Veamos. Soy el jugador B12X y voy a ser su guía en este viaje. Tengo buena recepsión de su GPS señor. Tengo dos marcas en movimiento. Por cierto, quisa serria buena idea que no estuvierra tan serca de su acompañante ¿”da”? En fin. No se moleste en contestar, por favor, no puedo escucharle.
Normalmente tengo buena suerte con mi jugador, pero esta ves no es así, creo. No se ofenda. Jugarremos para ganar e intentaremos aprovechar el dinero que pagué por usted.
Según veo en los planos, deberría desviarse cuarrenta y sinco grados a su deresha hasta llegar a camino ¿”da”? Bien. Debe seguir esta camino hasta llegar a granero. Cuando vea que está usted allí le darré más datos. Por favor, aguante un poco más y como dicen en su tierra, "No olviden supervitaminarse y mineralizarse.
- risas.

Josué no recordaba que llevaba el auricular en la oreja y el sobresalto de esa voz y el contenido del mensaje lo dejó petrificado. Sentía un sudor frio por todo su cuerpo y una flojera en las piernas que apenas le dejaba andar. ¿Debía seguir las instrucciones de su guía? Quien quiera que fuera, era un enfermo psicópata.

Josué siguió las indicaciones recibidas y a unos cientos de metros vislumbró el granero. Tenía miedo de acercarse pues era un escondite perfecto para cualquiera que quisiera ocultarse allí.
Josué miró a su Zombi y aun le seguía. Sin descansos, sin demoras. Sin piedad. Quiso pararse un rato al cobijo de los arboles cercanos al granero y revisar la construcción en busca de algún movimiento, pero su compañero muerto no se lo permitiría. Así que salió de la protección de los árboles y se acercó al granero.

Cruzó una pequeña explanada rápidamente llegando a unas grandes puertas de madera pintadas de color rojo. Dentro bajaba la temperatura unos grados y Josué se sintió aliviado por el cambio. El granero tenía dos plataformas elevadas situadas a cada uno de los laterales de la construcción. Los dos tenían escalerillas para subir. Josué subió por la escalera de la izquierda. Cuando estaba a medio camino oyó el gemir de su compañero que acababa de entrar en el granero y parecía confuso por no ver a Josué.

Josué entendió en ese momento que el Zombi no podría subir la escalera y que ese sería el mejor momento para descansar. Revisó el altillo antes de seguir subiendo. No parecía haber nada ni nadie allí arriba a excepción de varios fardos de trigo. Se tumbó en el suelo y dio un gran suspiro. En la seguridad del altillo pudo descansar un momento antes de echar de menos a su compañero. El Zombi, al no ver a Josué, salió del granero y deambulaba por un campo cercano.

Josué se dispuso a bajar del altillo y se activó su auricular de nuevo.

    - Bieeen Señor. Mi enhorrabuena por su perspicasia siguiendo las pistas. Esperro que el granero sea de su agrado. Siempre es bueno tener un poco de paz en esto momentos. Bien, además de ludópata, mis mejores amigos me conocen por ser un poquito tramposo en los juegos. Bueno, no es que sea tramposo, simplemente me gusta dar más variables al caos de la mente humana. Más datos, más posibilidades, más acciones, más repercusiones, ¡fascinante!…
En fin, como quiera que sea le he hecho un regalo. En la parte superior del altillo encontrará un fardos de cereales, ¿“da”? Bien pues sea tan amable de acercarse a uno y averiguar qué hay dentro de ellos. Yo espero que le sea de utilidad y eso nos ayude a superar como mínimo este día. Quién sabe, quisas si usted sobrevive pueda disfrutar unos días de relax con nosotros en nuestra isla. Le encantaría, estoy seguro. “счастье” y hasta pronto.


Josué se acercó a los fardos con mucho cuidado. Revisó a su alrededor intentando descubrir alguna cámara o algún equipo electrónico. Tenía la sensación de que ese maniaco lo estaba observando continuamente. Había dos fardos de trigo atados y apoyados en el suelo. A simple vista no apreció nada raro. Intentó meter la mano dentro de uno de ellos pero no pudo atravesarlos. Pensó que ese hombre le había engañado y estaría perdiendo el tiempo. Miró uno de los fardos mejor y le dio la vuelta. En la parte posterior habían hecho un agujero en el trigo en forma de cuadrado. Dentro había una botella de plástico con agua, unas barritas energéticas y una bolsa de cuero negra.

Josué cogió rápidamente la botella de agua y bebió un largo trago. Estaba realmente sediento y esa agua le supo a gloria. Miró las barritas energéticas y las guardó en el bolsillo de su guerrera. Volvió a beber otro trago. Miró la bolsita de cuero negra y cogiéndola con una mano la movió para ver si descubría su contenido. Dejó la botella de agua a su lado y abrió la bolsa con sumo cuidado. Dentro había un pequeño revolver plateado con 6 balas en su tambor. Josué sonrió mientras observaba detenidamente el arma. Sacó una bala y se la guardó en el bolsillo de la guerrera junto a las barritas.

    - Esta es para una emergencia – pensó Josué.

Fuera empezaba a caer el sol y decidió meter al Zombi en el granero y pasar la noche allí subido.

Bajó del altillo y cerró la puerta por la que había entrado. Se fue hasta la otra puerta del granero que estaba en la parte posterior y dando un par de gritos consiguió llamar la atención del Zombi. Una vez estuvo dentro, Josué cerró la puerta y se volvió a subir al altillo. Se acomodó y se dispuso a dormir siempre con la pistola en la mano.

    - Gracias amigo. Esto me será muy útil – pensó Josué en voz alta.

Sentía sus ánimos renovados. Al fin y al cabo, quizá pudiera salir de allí con vida después de todo.

Echó una última mirada desde arriba a su compañero y le sorprendió verlo de pie en medio del granero devolviéndole intensamente la mirada. Josué apretó el arma que continuaba en su mano y se volvió a tumbar, quitándose de la vista del Zombi.

Capítulo 4.- El movimiento del Peón

Oír aquella frase activó mi cuerpo contra mi voluntad. El miedo que sentía y la orden directa, me hicieron correr unos cuantos metros hasta el pie del pequeño puente metálico.

Paré un momento y recobré un poco la serenidad. Me giré para ver qué pasaba. Mi cerebro empezó a procesar el tremendo ruido y jolgorio que hacían los soldados. Disparaban al cielo con sus fusiles. Corrían, gritaban, empujaban a los zombis a patadas. Nos empujaban a nosotros. Una gran polvareda se iba formando alrededor.

Oso se puso a mi lado. Estaba sudando y visiblemente nervioso. Me miró un momento y volvió la vista hacia el resto del grupo. La chica continuaba inmóvil donde la había dejado el hombre de color. Josué tiraba del brazo de la mujer mayor que estaba con el cuerpo encorvado para protegerse. Jordi estaba llegando junto a nosotros.

    - ¿Habéis pensado en cómo diablos vamos a llevarnos cada uno al zombi que le toca? - Dijo Jordi pasándose la mano por el pelo.

Los zombis estaban distraídos con los soldados que les estaban martirizando y se amontonaba o seguían a algún soldado, hasta que otro se cruzaba en su camino y lo despistaba.

    - No - dijo Oso secamente.

Uno de los soldado nos vio juntos y hablando. Nos apuntó con su fusil y realizó varios disparos delante de nosotros obligándonos a dispersarnos.

Jordi se acercó a su Zombi y saltando y moviendo los brazos exageradamente consiguió que el Zombi le prestara atención y así, poco a poco, lo fue llevando hasta el camino. Uno de los soldados se entretenía cogiendo al Zombi del brazo y dándole la vuelta. Pegándole patadas en las piernas haciéndole caer de vez en cuando. Esto obligaba a Jordi a volver a llamar la atención del Zombi. En una de esas ocasiones le propinó un sonoro tortazo en la cara al Zombi. Sabiendo que el Zombi no sentía el dolor ni entendía lo que había pasado, pareciera que se hubiera enfurecido y persiguió a Jordi sin volver a dispersarse.

Oso que había visto la manera de llevarse su zombi se acercó a él y levantando los brazos le dio un grito. El zombi se giró rápidamente y se abalanzó sobre Oso pillándole desprevenido. Oso cedió ante el envite del Zombi y con los pies mal colocados trastabilló y cayeron los dos al suelo. Oso de espaldas y el Zombi encima.

El zombi abría la boca intentando morder a Oso en la cara pero este conseguía mantenerle lo suficientemente lejos como para que esto no pasara. Un reguero de algo gelatinoso comenzaba a salir de la boca del Zombi y a salpicar la guerrera de Oso.

    - ¡Alberto ayúdame! ¡Sácamelo de encima!

Fui rápidamente hasta Oso y su improvisado compañero de baile, y le propiné una fuerte patada al Zombi en las costillas que hizo que cayera de lado. Oso aprovechó para desasirse e incorporarse.

    - ¡Bueno, bueno! ¡Tampoco lo vayas a matar! Me dijo mientras se miraba con cara de asco la gelatina marronosa que le había dejado el Zombi en la guerrera. Se la separaba del cuerpo con dos dedos mientras buscaba algo con lo que limpiarse. No pude evitar esbozar una fugaz sonrisa aun viviendo la situación que vivíamos en ese momento.

Me acerqué a buscar a mi Zombi, que en ese momento estaba persiguiendo a Josué y a la señora mayor. Me puse en su lateral y le llamé la atención con un grito. El zombi giró la cabeza y comenzó a seguirme. Lo dirigí hacia el pequeño puente metálico.

Mientras guiaba a mi zombi hasta el puente pude ver un alboroto formado por algunos soldados. Intenté averiguar que ocurría. Pude ver que un zombi había agarrado a la chica joven  que aun continuaba en su sitio y la tenía cogida por los pelos. Le había agarrado fuertemente pero los soldados evitaban que la mordiera. Algunos tiraban del zombi. Otros le golpeaban en la  cabeza con el fusil. Otros discutían acaloradamente y con exagerados gestos con las manos.

Los soldados consiguieron que soltara a la chica y a base de empujones y culetazos de fusil lo tiraron al riachuelo seco. Allí cayó aparatosamente y luchaba por incorporarse.

La chica estaba de rodillas y con la cabeza hundida entre sus piernas fuertemente custodiadas por sus propios brazos. Estaba en una posición que apenas se podía decir que era una persona lo que allí había. Intenté acercarme a ella cuando levantó la cabeza y se incorporó lentamente. Yo seguí caminando de espaldas por el puente con mi compañero de viaje siguiéndome.

La chica tenía algunos arañazos en la cara. Sus ojos cristalinos brillaban de las lágrimas. Su cara aun tenía las marcas de los abusos sufridos. Sin parecer apreciar la presencia de nadie más que ella misma comenzó a caminar hacia nosotros. Todos habían cruzado el puentecito metálico y se dispersaban por el campo de detrás de mi prácticamente cada uno en una dirección distinta.

Mi zombi entró en el puentecito cuando yo iba más o menos por la mitad del mismo. La chica seguía acercándose hacia el puente cuando sin previo aviso se dejó caer dentro de la fosa. Yo grité fuertemente al ver lo que había pasado. Los soldados corrieron hasta la fosa. Yo me acerqué al lateral del puente para ver si la chica estaba bien cuando en ese momento el Zombi hundía su cabeza sobre la espalda de la chica. Esta gritó al sentir desgarrarse la carne de su hombro.

Los soldados llegaron al riachuelo y algunos dispararon su fusil contra el zombi que nuevamente mordía a la chica en el cuello arrancándole la parte izquierda. El zombi recibía los impactos de las balas sin inmutarse. Su cara estaba bañada en joven sangre caliente mientras la chica yacía con los ojos abiertos sobre un charco de su propia sangre. La sangre bombeaba fuertemente del cuello.

Los disparos atravesaban al Zombi impactando sobre la espalda de la chica. Uno de los disparos reventó parcialmente la cabeza del Zombi que se desplomó sobre la chica muerta.

Me tuve que apartar de aquella horrible visión porque mi Zombi estaba casi al alcance de mi mano y tenía la intención de mandarme al otro barrio de la misma manera que su compañero había hecho con la chica.

Un sonido de sirenas nos llamó la atención a todos. Los  soldados comenzaron a subirse a los camiones y  se fueron de allí dejándonos solos. Ya no había motivo para continuar allí así que comencé la marcha.

Capítulo 3.- ¡Ahora corre, estúpido!

Estuvimos viajando durante muchas horas. Teníamos los huesos rotos del duro suelo del camión. Había estado durmiendo intermitentemente y cada vez que lo lograba, me despertaba una pesadilla distinta. Perros devorándome. El fuego que me consumía.

El interior del camión se iluminaba a intervalos con las luces del camión que nos seguía.

Hice una revisión de las personas que íbamos dentro del camión y parecía que todos dormían. Una chica en el fondo se removía en sueños.

    - Alberto. ¿Estás despierto compadre?- Me preguntó Oso desde la penumbra.
    - Sí. ¿Cómo estás tú? ¿Estás herido?- Le dije mientras me incorporaba para acercarme a él.
    - No, estoy bien. Esos mamones no lograron hacerme daño-. Me dijo mientras me hacia un lado y me sentaba junto a él.
    - ¿Quiénes son estas personas?- Me preguntó.

La verdad es que yo no tenía ni idea. Habíamos leído reportes de otras zonas donde algunos mercenarios controlaban abastecimientos de agua natural o yacimientos de petróleo, gas etc. Pero hasta la fecha ninguno había asaltado a miembros de una unidad de la Confederación de Seguridad Estatal. Nunca habían llegado tan lejos.

    - No lo sé. Nunca había oído nada de este grupo. Nos han aniquilado o piensan hacerlo.
    - Todo fue muy rápido allí. Los perros, los tiros, los soldados – decía Oso casi en voz baja.
    - Lo que no entiendo es ¿cómo se produjo el incendio? Le dije a Oso.
    - Bueno. Piensa que fue la manera más rápida de sacarnos de aquel edificio. Puede que no supieran cuántos éramos o dónde estábamos.
    - Joder. No había pensado en eso. Pero lo que sí creo es que alguien les avisó de que estábamos allí. Alguien les dijo dónde y cuándo y seguramente hasta cuántos éramos. El ataque fue directo y fulminante. No creo que lo hubieran hecho al azar.
    - ¿Y qué me dices del otro camión lleno de Zombis? Me preguntó Oso.
    - No tengo la menor idea – Le contesté.

Nos quedamos callados, mirando el resto del camión. Jordi dormía en el suelo cerca de nosotros. No parecía enterarse de nuestra conversación. Poco a poco fui cayendo en un ligero sueño hasta quedar nuevamente  dormido.

Alguien me zarandeaba por el hombro y me desperté. Era un hombre que viajaba con nosotros.

    - Despierta. Ya hemos llegado.

El portón del camión se abrió de un golpe y una avalancha de sol nos dejó a todos ciegos. Una gran humareda de polvo y calor nos llegó desde el exterior.

   - ¡Para fuera! ¡Ir saliendo y poneros en una fila! Nos grito uno de los soldados.

Fuimos bajando del camión poco a poco. Estábamos en la zona exterior de un campamento militar, a mi parecer bastante grande. A nuestra derecha había una doble valla de seguridad con alambre de espinos. En la valla exterior los espinos impedían la entrada y en la otra valla más cercana, los alambres impedían la salida. Entre las dos vallas patrullaban eternamente media docena de zombis.

    - ¡Para eso quieren a los zombis! ¡Como perros guardianes! Me dijo Oso mientras analizaba el centro como yo.
    - ¡Silencio perros o queréis que os parta las piernas y os tire al foso! ¡Poneros en fila en la puerta de la enfermería! ¡Ahora! – nos dijo un soldado mientras nos empujaba a todos con la culata de su fusil.

De pie en la fila miré a las personas que estaban en el camión. Había una chica joven que tenia la mirada perdida en el suelo y un moratón en el ojo derecho. El hombre de mediana edad que me había despertado y una mujer más mayor a su lado sollozando. Luego estábamos Jordi, Oso y yo. No llegaba a entender que querrían de un grupo tan dispar. 

Uno de los soldados fue cortando las bridas de plástico que nos sujetaban las muñecas. Me habían dejado profundas marcas y algunas heridas. La chica joven estaba delante de mí, las tenía sangrando pero con su fría expresión en el rostro parecía no importarle en absoluto las heridas. No las sentía.

Un médico con máscara de papel verde se asomó a la puerta de la enfermería y con un gesto rápido de mano nos hizo entrar a todos. Al principio no veíamos nada del cambio de intensidad lumínica pero poco a poco nos fuimos acostumbrando a la poca luz que reinaba en aquella sala.

Era una estancia con varios habitáculos separados por cortinas correderas, en la mayoría de ellas solo había una silla y una mesita metálica con ruedas fácilmente desplazable de una sala a otra. En la bandeja más cercana descansaba una goma, algodón y una botella de alcohol.

Otro médico nos fue repartiendo en las diferentes salas y nos hizo sentar en las silla. Al poco rato vino el primer médico de la máscara de papel me hizo subir la manga del brazo izquierdo para tomar unas muestras de sangre.

    - Dígame Doctor. ¿Dónde estamos? ¿Para qué son estas muestras? ¿Qué milicia es la que nos tiene retenidos?- El médico me miró y volvió a apretarme la goma, esta vez más fuerte.

    - No se mueva por favor.

El doctor acabó de tomarme la muestra de sangre y se fue.

Cuando hubieron acabado con todos, un soldado nos abrió la puerta del siguiente recinto y nos dejaron en una especie de patio interior entre edificios. Solo había puertas y ventanas dando a este patio. Nos acercamos a mirar por alguna de las ventanas pero estaban todas tapadas. Las puertas cerradas. No podíamos hacer mucho más, así que nos sentamos a esperar.

El hombre y la mujer de mayor edad se sentaron en el suelo igual que nosotros. El hombre consolaba a la mujer que aun se aguantaba con la mano derecha el poco algodón que le habían dado para presionar la herida de la aguja. A mi ya se me había creado un gran moratón que escocía cada vez más. No me quejé. No me parecía importante. La chica joven no hablaba con nadie y seguía de pie.

Mire a Oso. Estaba mirando a la chica joven con aire de desconfianza. La estaba analizando.

    - Oso. ¿Tú qué crees?
    - No estoy seguro. Quizá esté infectada pero llevamos muchas horas con ella y no ha cambiado físicamente. No sé qué puede pasarle.

Una puerta metálica nos saco de nuestra espera con un chirrido infernal. Dos soldados entraron en la sala sin armas, con movimientos furtivos. Cuando la chica joven los vio aparecer le cambio la cara, los ojos se le abrieron como platos, el cuerpo se le tensó y su cara pareció envejecer quince años.

    - ¡No! ¡Dejadme en paz hijos de puta!

Los soldados la localizaron rápidamente y se abalanzaron sobre ella cogiéndola por los brazos y tirando de ella para la puerta metálica.

Nadie entendía que pasaba. ¿Ella los conocía? ¿Había estado allí antes? El hombre que nos acompañaba se puso en pie en un gesto de intentar ayudarla pero uno de los soldados lo amenazó con un pequeño cuchillo. Oso estaba acercándose al soldado cuando por la puerta apareció otro soldado con un fusil y mirando a Oso fijamente le dijo que no con un movimiento de cabeza. La chica y los soldados desaparecieron y lo único que nos quedó fue la angustia y el eco de los gritos apagándose lentamente.

Nos había alterado mucho la situación y no lográbamos entender la reacción de la chica. Parecía que conociera a sus captores.
El hombre mayor se acercó a nosotros. - Hola. Me llamo Josué. Llevamos tres días con ellos. En los camiones. Nos sacaron de una casa en una zona rural. Estábamos bien escondidos pero llegaron por la noche y nos localizaron rápidamente con ayuda de sus perros. Allí fue la primera vez que la violaron. Desde entonces la violan varias veces al día. Es una locura.- y echándose las manos a la cara comenzó a llorar. Nosotros estábamos paralizados por el transcurso de los acontecimientos. No podía dar crédito a todo lo que estaba sucediendo. Hace menos de un día estaba fumando con los compañeros de guardia en las torres, prácticamente ajeno al mundo exterior. Ahora estábamos en un lugar desconocido, retenidos y constantemente amenazados.

La puerta volvió a abrirse y varios soldados con fusiles nos sacaron a todos rápidamente. Habían pasado varias horas desde lo ocurrido con la chica y debería ser más o menos medio día.

Fuera hacía un calor intenso y bastante humedad. Era un sitio sofocante. Nos sacaron a una explanada en la que había varios soldados armados y el hombre de color que nos había traído hasta aquí. El hombre hablaba acaloradamente por un teléfono por satélite mientras abría una maleta gruesa que descansaba encima de una mesa. Otro soldado portaba una cámara de video profesional y estaba repasando el estado de la misma sin reparar en nuestra presencia. Nos pusieron a cada uno en una línea dibujada con tiza blanca en el suelo formando una fila.

El hombre continuaba hablando por el teléfono mientras llegaba una camioneta y se paraba  cerca de nuestra posición.

Por delante de nosotros había unos cuantos metros de terreno arenoso hasta un pequeño riachuelo seco de no más de dos metros de ancho. Un pequeño puente metálico lo cruzaba. Más allá se extendía un terreno que antiguamente había servido para cultivar algunas verduras y a unos cincuenta metros se extendía un bosque poco frondoso.

El hombre de color se acercó a nosotros mientras hablaba por el teléfono. Le hizo un gesto al cámara para que se acercara y comenzó a grabarnos desde un plano general.

    - Todos han recibido los partes médicos. Una vez confirmadas las entregas procedemos a mostrar los portadores. – decía al teléfono el hombre de color mientras le hacía gestos al cámara para que nos grabara. Empezó por Josué.

    - Jugador B12X. Su portador.

    - Jugador J44N. Su portador.- Era el turno de la mujer mayor que contenía a duras penas el terror de su rostro. El hombre de color la examinó con la mirada y con una media sonrisa pasó al siguiente.

    - Jugador H63A. Su portador. Afirmativo. Espere. – el hombre de color tapó el micrófono del teléfono con la palma de la mano y dirigiéndose a Jordi le ordenó que se levantara la manga de la camisa izquierda. Jordi lo hizo y apareció en él un tatuaje de los cuerpos especiales. El cámara se acercó a grabar con más detalle. El hombre de color siguió hablando por teléfono mientras le hacia un gesto al cámara para que pasara a Oso. Esperamos un momento hasta que el hombre volvió.

    - Jugador K73H. Su portador. Afirmativo. Un superviviente de las calles. Actualmente de las CSE de Mandela. 

Ahora era mi turno. El último de los portadores. Pero ¿portadores de qué? ¿Cómo sabían que Oso era un superviviente de las calles?

La puerta por la que habíamos venido se abrió y apareció la chica joven. Andaba lentamente y  semiencorvada, con las piernas juntas por las rodillas. Con una mano trataba de cerrarse la camisa a la que le faltaban todos los botones. Tenía los labios hinchados y la barbilla con restos de sangre seca. Al verla intentamos ir a ayudar pero los soldados que aparecieron detrás de ella nos apuntaron con sus fusiles haciéndonos volver a nuestros sitios.

El hombre de color levantó la mirada y guardó silencio. Se dio media vuelta y diciendo unas palabras, cerró el teléfono. Cogió un revolver de la mesa. Se acerco al cámara y le dijo que la apagara. Anduvo hasta la chica y con una mano le cogió de la cara levantándole la cabeza. Amartilló su revólver con la otra mano. La observó unos instantes y volvió a dejarla. Se acercó a uno de los soldados y levantando su arma le voló la cabeza sin ni siquiera dejar de andar. El otro soldado intentó levantar su fusil cuando sus sesos ya estaban pintando la puerta de rojo. Los cuerpos de los dos soldados golpearon secamente el polvoriento suelo.

Nosotros nos quedamos helados por lo ocurrido. La mujer no pudo soportarlo y chilló varias veces hasta romper en un llanto silencioso y profundo. La chica no pareció enterarse de nada de lo ocurrido. El hombre de color se giró y la agarró suavemente por el brazo acercándola hasta la fila. Se fue a la camioneta y volvió con una botella de agua y un trapo. Le lavó la cara con el trapo y le arregló rápidamente el pelo. Se sacó una guerrera ligera que llevaba puesta y se la puso por encima de los hombros a la chica. Con cada gesto de aquel hombre se multiplicaba por mil nuestro miedo.

Volvió a la mesa y dejó el trapo, el agua y el revólver. Cogió el teléfono y mientras marcaba un número en él le hizo al cámara un gesto con la cabeza para que siguiera grabando. Se puso delante de mí.

    - Continuamos con los equipos. Jugador S85N. Su portador. CSE de Mandela.

    - Jugador L10I. Su portador.- Con un gesto rápido hizo que el cámara grabara poco rato a la chica.

Nos estaban grabando y alguien nos estaba viendo. Quienes fueran esas personas estaban en contacto con el hombre de color por teléfono y este era nuestro mercader. Nos exponían como a gladiadores o como a esclavos para ser comprados. Aun no entendía que pasaba. ¿Portadores? ¿Nos inyectarían algún virus? ¿Nos contaminarían con los Zombis que secuestraban como a nosotros?

Las puertas de la camioneta se abrieron mientras el cámara y el hombre de color se retiraban hasta la mesa. De la camioneta salieron dos enormes soldados con cadenas, unos clavos de sesenta centímetros de largos y una pesada maza de hierro. Se acercaron a nosotros por la espalda y clavaron los clavos metálicos detrás de cada uno de nosotros. Colocaron las cadenas en los clavos y volvieron a la camioneta. Uno de ellos cogió un bastón largo con una soga de cuerda metálica, de las que se usan para atrapar perros salvajes, y el otro un bastón parecido a un punzón eléctrico. Abrieron las puertas traseras y metiendo los palos a la vez sonó un gran zumbido eléctrico acompañado de un fogonazo blanco azulado que iluminó a los hombres. Del interior de la camioneta sacaron, amarrado por el cuello y a salvo por la distancia, a un Zombi hembra. Se nos acercaron con el Zombi y nosotros tratamos de huir y alejarnos pero los soldados que habían llegado mientras observábamos la operación no nos dejaron movernos demasiados metros del lugar.

Pusieron al Zombi delante del clavo que estaba detrás de donde había estado Josué y dándole un tremendo golpe en la parte trasera de las rodillas lo ataron al clavo de manos y cuello con las cadenas.

Uno a uno, fueron inmovilizando a tantos Zombis como portadores éramos. El miedo nos atenazaba fuertemente y estábamos todos haciendo una gran piña cuerpo con cuerpo. Estábamos aterrorizados por no saber qué estaba sucediendo. De repente, la voz del hombre de color sonó detrás de nosotros.

    - Volver a vuestras marcas. No os atacarán. Vamos – Los soldados nos dispersaron con sus armas. Cada uno de nosotros volvió a su marca pero mirando al Zombi que nos habían sentado justo detrás.

El mío era un varón de mediana edad. De complexión media. No estaba muy podrido aun por lo que se había contagiado hacia poco. No vi señal que pudiera darme un pista de si había sido residente de alguna zona asegurada por el CSE. Me miraba con los ojos inyectados en sangre y las pupilas veladas. Tiraba de las cadenas con furia y de su boca salía una mezcla de baba oscura y arena.

El hombre de color nos habló de nuevo.

    - Sois portadores. Portadores de Zombis. Cada uno de vosotros llevará consigo al Zombi que tiene detrás, hasta una posición en las montañas, que está a tres días a paso Zombi. Cada uno de vosotros llevará siempre un localizador GPS y un auricular en la oreja. Este auricular es vuestra vida, pues a través de él, recibiréis las órdenes de vuestros guías para poder llegar al punto final. El primero de vosotros que llegue con el Zombi a la zona final ganará la libertad. El segundo, la vida. El resto, la muerte. Es necesario llegar con el Zombi o seréis ejecutados.

Mientras el hombre hablaba, el cámara nos ponía el auricular y nos colgaba al cuello una pequeña caja con el emisor GPS. Otros soldados ponían GPS en los cuellos de los Zombis.

El hombre de color se acercó a Oso y a mí. – Espero que valgáis todos los diamantes que he pagado por vosotros. Tener soldados para vender me hace ganar más dinero. Duráis más que los demás y los jugadores pagan más por vosotros. Hacerlo bien.

Los soldados de la camioneta se acercaron a las cadenas y con fuertes tirones liberaron a los Zombis que teníamos a la espalda.

Los soldados que estaban en el lugar formaron un gran alboroto. La carrera había comenzado.

En mi auricular sonó una voz femenina – ¡Ahora corre, estúpido!